Hoy tenemos el día más relajado ya que esta noche volveremos a dormir en Albuquerque, en el motel Super 8. Era importante meter una fecha de refresco a lo largo de la Ruta y decidimos hacerlo aquí, en la ciudad de Heisenberg. Son las ocho de la mañana y la señal wifi es un auténtico desastre.
Ahora ya sí, nos ponemos rumbo a Santa Fe, ciudad que se encuentra a una hora escasa de Albuquerque.
Lo primero que nos llama la atención de la ciudad es su arquitectura, nada que ver con lo que hemos visto hasta ahora. Edificios de tres alturas como mucho construidos con Adobe, multitud de gente con aspecto indígena donde se escucha más español de lo habitual. Damos una vuelta por el centro de la ciudad, hay muchos comercios de artesanía india. Hay un mundo de diferencia entre la amabilidad de los americanos que hemos conocido hasta ahora y los Indios que nos cruzamos. Estos últimos suelen ser gente muy muy seria a la que cuesta en exceso sacarles unas palabras, en ocasiones ni un triste saludo al entrar a sus comercios.
Terminamos en una placita con varios puestos de venta de comida. Nos hacemos con unas fajitas y un par de limonadas. Nos sentamos en un banco y la vida gira a nuestro alrededor: un indio acaricia una destartalada guitarra de la que fluye una bonita melodía. En la misma acera, dos policías degustan un café apoyados en el capó del coche patrulla. En el banco de enfrente, un extraño tipo con un gorro de plumas y escondido en un caluroso abrigo lee lo que parecen ser unos poemas en un diminuto libro. Si tuviese que rodar una peli ahora mismo, ese tipo sería mi protagonista.
Volvemos al coche, tenemos que regresar a Albuquerque. En el cielo, la máquina de nubes se ha puesto en marcha, algodón blanco flota bajo un inmenso azul celeste. La emisora de música country continua con nosotros.
Ya en Albuquerque paramos en Central Ave, entramos en una pizzeria decorada a la perfección. Carteles con fotos antiguas, pared de ladrillo, enormes lámparas colgando del techo y un camarero guaperas con aspecto muy grunge al otro lado de la barra. Devoramos dos enormes porciones de Pizza de pepperoni.
Después de comer paseamos por la avenida. Está llena de tiendas muy alternativas y decorada con bonitos graffitis, tiene un rollo muy muy urbano. Entramos en una tienda que vende cómics y figuras de diferentes series y películas de todas las épocas, el auténtico paraíso para un friki como yo. Allí venden figuras muy muy difíciles de encontrar que no había visto jamás. Estoy apunto de llevarme un He-man nuevo en su cajita original por cincuenta dólares, hace más de veinticinco años que no veía en directo un Master del universo, uno de mis grandes compañeros de mi querida y añorada infancia.
Justo al salir de la tienda nos cruzamos con un grupo de pandilleros. Pantalones muy caídos, pañuelos en la cabeza y bolsas de papel ocultando botellas de licor, uno de ellos observa durante un par de segundos el tatuaje de mi brazo derecho y se pierden bajo el asfixiante calor de Nuevo México.
Volvemos al coche tras observar las nubes durante un buen rato. Albuquerque tiene el cielo más espectacular que he visto jamás. Las nubes son tan densas y tan blancas que parecen parte de un decorado.
Sacamos la lista con nuestro «Friki Tour» y las diferentes localizaciones de la serie Breaking Bad. Puedes contratar en la ciudad un Tour que te lleva por los sitios más emblemáticos de la famosa serie, pero hemos decidido hacerlo por nuestra cuenta.
El primer lugar que visitamos es la casa de Walter White, el GPS nos lleva directos al barrio residencial, a unos veinte minutos de donde estábamos. Una señora nos dice que nos alejemos de su propiedad gesticulando mucho con las manos, tiene el jardín repleto de carteles prohibiendo el paso y advirtiendo de que se trata de una propiedad particular…. no hay duda, esa es la casa de Walter White, y la Señora de la camiseta verde que nos grita desde la silla de la puerta del garaje es la auténtica propietaria de la casa. Tratamos de decirle con toda la educación del mundo que solo queremos sacarnos una foto sin pisar ni su jardín, ni tan siquiera la acera, pero no hay forma. Hoy no es el día. La Señora hace guardia sentada junto al garaje y claro, no queremos una foto con una señora con cara de perro detrás, por otra parte hemos cruzado toda la ciudad para venir hasta aquí. Tras debatir qué hacer durante un par de minutos, decidimos volver mañana antes de emprender el viaje, imagino que a las siete de la mañana esta Señora no seguirá de guardia protegiendo su morada.
La siguiente parada la hacemos en el despacho de Saul Goodman, que en realidad se trata de un restaurante. Esta vez el propietario anuncia en una de las puertas , que se trata de una de las localizaciones de la serie. Un buen reclamo para hacer caja.
Un cuarto de hora después estamos frente al apartamento de Jesse Pinkman, aquella casa que se encontraba junto a la de su casera. Sobre la fachada un cartel anuncia que se alquila.
Terminamos el Tour pasando por el parking del «Dog House», garito donde Jesse compra su primera pistola y comienza a traficar.
Albuquerque tiene cien mil habitantes menos que nuestra ciudad; Zaragoza, pero las distancias son muchísimo más largas aquí que en casa. Algo que me llama la atención es que la gente te saluda por la calle, algo que me encanta.
Nuestro aspecto confunde a los americanos, han sido varios los que se han aventurado a adivinar nuestra procedencia y gana por goleada California, la gente por nuestro aspecto piensa que somos californianos, cuando escuchan nuestro acento pierden el norte y no saben ubicarnos.
Volvemos al Motel a descansar un rato.
La señal wifi me da una tregua y aprovecho para buscar información sobre la casa de Walter White, quiero comprobar si todo el mundo que ha tratado de hacerse un foto allí ha tenido el mismo problema que nosotros con esta mujer. Nos encontramos con la gran historia de Frances y Louis Padilla; los auténticos propietarios de la casa y con los inconvenientes que han sufrido desde que prestaron su vivienda para que apareciese en la serie. Cuatrocientas visitas al mes, sufrir la lluvia de pizzas sobre el tejado emulando esta escena de la serie, donde incluso tuvo que lanzar un mensaje el propio productor para que los fans dejasen de bombardear con pizza el jardín de Frances. A pesar de la amabilidad que dice tener con los fans aquí, la realidad es otra bien distinta. Esta señora no es ni amable ni mucho menos sonriente con los fans, esta señora es un perro de presa defendiendo su propiedad porque no esperaba el éxito de la serie cuando se prestó a ceder la imagen de su vivienda y todo esto le ha cogido por sorpresa y me parece totalmente lógico. Yo haría lo mismo si recibiese cuatrocientas visitas al mes y hubiesen bombardeado el tejado de mi casa con pizzas. Increíble.
Salimos en busca de un Diner que hemos descubierto por casualidad esta mañana de pasada con el coche, pero aprovechando que el sol cae y que la propietaria tendrá que preparar la cena, decidimos dar un rodeo y pasar de nuevo por la casa de Walter White, a ver si con un poco de suerte Frances ya ha abandonado su guardia y podemos hacer la foto. Así nos evitamos el madrugón de mañana.
Nada más doblar la esquina veo la camiseta verde de la propietaria. Dos fans huyen hacia el coche caminando muy muy rápido perseguidos por los gestos y gritos de Frances. Esta señora vive junto a la puerta del garaje y dedica todo su tiempo a ahuyentar frikis como nosotros.
Mery se cabrea porque hay casi treinta kilómetros hasta aquí y no pilla de camino a ningún sitio, tienes que venir expresamente a probar fortuna y es la segunda vez que lo intentamos y tendremos que hacerlo de nuevo mañana. Trato de convencerla para dejarlo y pasar de la foto… pero no hay forma, cuando Mery se propone algo va a conseguirlo y mañana estaremos aquí nada más salir el sol y cruzaremos los dedos para que la señora no esté haciendo guardia todavía frente al garaje.
Ahora sí, nos vamos al Diner. Antes de entrar hacemos unas cuantas fotos en un enorme muro lleno de carteles. La gente sigue saludándonos al pasar. Ya dentro, retrocedemos a los años cincuenta, una simpática camarera nos acompaña a nuestra mesa, pedimos un par de cervezas, un filete empanado para Mery y hamburguesa para mí. Los grandes éxitos de Elvis nos amenizan la cena. Me llama la atención la alegría de la camarera más joven; una chica rubia que camina dando saltitos como si estuviese corriendo por un inmenso prado lleno de margaritas, esa chica desprende alegría, esa es la actitud, claro que si. En una encimera elevada hay una enorme colección de los envases de las míticas pastillas dulces PEZ, todo tipo de personajes nos observan desde las alturas: Pedro Picapiedra, superman, los pitufos, Mickey Mouse e incluso los Beatles, en USA este tipo de colecciones son muy famosas.
Volvemos a Junio del 2015 al salir de Diner y regresamos al Motel. Me doy una ducha antes de meterme en la cama. Mañana, y tras este paréntesis en Nuevo Mexico, continuaremos con nuestra gran aventura. La señora de la camiseta verde aparece en mi almohada en cuanto cierro los ojos. Mañana espero no verla ahí cuando hagamos el último intento por fotografiar su casa.
Aqui puedes ver el video de Youtube de ese día:
Y el video que hicimos en recuerdo de una de nuestras series favoritas, Breaking Bad: