RUTA 66. DÍA 15: LOS ANGELES

Cuando abro los ojos Mery ya lleva un rato merodeando por la habitación. Bajo sus ojos un descomunal desorden de bolsas vacías, ropa amontonada en sillas y maletas a medio abrir. La jornada de ayer en los outlets hace mella en la habitación. Me levanto mirando de reojo el panorama y me escondo bajo el agua templada de la ducha.

Continuación de nuestra ruta 66: Día 15

Cuando vuelvo junto a la cama no puedo hacer otra cosa que exclamar: «Menudo chocho tenemos aquí montado». Mery rompe a reír.

 

Tras devorar un tazón de cereales con leche templada y un bagel untado de queso, pasamos por un starbucks cercano en busca de un par de cafés para llevar. Le decimos al GPS que nos lleve directos a Venice Beach.
Conseguimos aparcar en una de las avenidas cercanas al paseo. Nada más bajar del coche nos cruzamos con un tipo que hace running sin zapatillas, protegiendo sus pies únicamente con una especie de calcetín. En Venice quien no lleva una tabla de surf en la mano, lleva una tabla de skate bajo sus pies. La gente camina descalza en plena calle y la vida suelta todas sus preocupaciones cuando llegas aquí. Venice Beach es mi lugar favorito del planeta tierra. Adoro este sitio.
La tiendas y restaurantes del «Frontwalk» levantan sus persianas. El sol se despereza en un cielo totalmente despejado. Un grupo de mendigos recoge sus sacos de dormir y conversan entres sonrisas desdentadas ajenos al mundo. En el parking, los chicos de la escuela de Surf descargan sus tablas de sus Volkswagen setenteras.

A lo largo del paseo, nos encontramos prácticamente de todo. Un marciano rapeando que ofrece su maqueta a cambio de unos dólares, decenas de tipos pintorescos ofreciendo artesanía, mucha gente guapa y musculosa, chicas rubias paseando al perro a lomos de su skate, deportistas y también gente que merodea sin rumbo con botellas de alcohol envueltas en Papel. En Venice todo es posible. Lo que más me gusta de este sitio es que tiene un punto estrafalario muy muy urbano. Aquí nadie te mirará raro porque lleves puesto esto o lo otro, siempre vas a cruzarte con alguien más extravagante que tú. En el paseo matutino un tipo tatuado hasta las orejas, con dos enormes bultos saliendo de su frente y el pelo teñido de rojo se lleva el primer premio, muy disputado con el marciano rapero.

Apenas un par de kilómetros separan Venice Beach y Santa Mónica, decidimos alquilar una bici y un longboard y realizar el trayecto que bordea la playa. El tipo me da una tabla enorme y bastante pesada comparada con mi pequeño y ligero Longboard al que estoy acostumbrado, que por cierto compré aquí hace un par de años.
En estos momentos puede que sea el hombre más feliz de la tierra. El sol de California me acaricia la gorra y estoy recorriendo la costa del Pacífico sobre un Longboard acompañado de la mujer que me ha robado el corazón. !La vida es chula¡

A los diez minutos de trayecto decido cambiar la tabla por otra bici ya que es un Longboard muy muy pesado. Una bicicleta preciosa con el manillar alto que hace que me sienta como el Jax Teller de «Sons of Anarchy».  Nos cruzamos con un tipo que transporta un nevera con bebidas frías sobre un enorme monopatín. Las gaviotas gritan cruzando el cielo de lado a lado. El «Front walkl» se llena de gente.
Devolvemos las bicicletas y vamos por un par de enormes porciones de pizza a uno de mis restaurantes callejeros favoritos; Big daddy and son, justo en el paseo. Si tenéis el placer de venir por aquí, probad su pizza, es increíble.

Nos sentamos sobre la hierba a comer. El mundo sigue girando a nuestro alrededor. Mi mirada se detiene en una escena que me despierta mucha ternura. Un tipo con una larga barba embutido en un gorro de lana, enseña a su hijo a montar en su monopatín, el niño mantiene a duras penas el equilibrio, pero hay un momento en el que recorre más de veinte metros sin la ayuda de la mano de su padre. En ese justo momento, ese hombre ha tocado el cielo con su felicidad. En Venice Beach tu padre no te enseña a montar en bici, te enseña a ir en monopatín. Nací en el lado del océano equivocado, sin duda.

Volvemos al coche y ponemos rumbo al Noreste, concretamente a unas pocas millas tras las colinas del famoso letrero de Hollywood. Queremos ver el «Citywalk» que hay justo en la entrada a los Universal Estudios. Una zona comercial que no conocemos y que descubrimos a través de El canal de Luzu en Youtube. Vimos que había varias tiendas curiosas, una de ellas especializada en cosas manga, coleccionismo de figuras relacionadas con el cine y las series, y donde quizá encuentre dos cosas que hace mucho tiempo que busco y no encuentro en ningún lado: la famosa figura de la escotilla de la serie Perdidos y un Jax Teller versión POP que no está en ningún lado. Si, tengo un punto friki bastante álgido, soy consciente de ello.
En apenas cuarenta minutos llegamos a Universal. Hay un ambientado tremendo. La calle es un ir y venir de gente cargada de bolsas. Vamos directos a la tienda friki, donde no consigo lo que busco.

Un enorme jugador de Rugby escapa de una de las fachadas. Un poco más arriba, King kong preside la calle. Nos llama la atención una tienda, en la que única y exclusivamente, venden imanes para la nevera. En Estados Unidos son muy de hacer una tienda bestial y llenarla del mismo producto: la tienda de palomitas, la de las muñecas, la de los carteles antiguos, la de los imanes… y todas son rentables. En Universal mandan los Minions, ya que acaba de estrenarse la película. Mery al final cae rendida ante el encanto de un enorme unicornio de peluche. La niña que lleva dentro, me tiene totalmente entregado.

La tienda de la marca Billabong tiene un estanque con olas artificiales justo en la entrada. Me hago con un par de camisetas y charlo un rato con el dependiente; un aspirante a actor de Hollywood que va tirando con lo que gana en la tienda. Lleva medio año en la ciudad y ya ha protagonizado pequeños papeles, tiene un agente que le busca los castings y habla de Los Angeles con un brillo especial en los ojos. «Esta es la tierra de las oportunidades, si tienes un sueño, ven aquí y pon la semilla». Salgo de allí convencido de que ese chico triunfará, tiene mente de ganador, rebosa un optimismo contagioso.
Ya de vuelta, pasamos por The Grove, a ver si por casualidad conseguimos unas chanclas de esas que cubren los dedos, de la marca Nike. Se las vemos a mucha gente y la verdad, es que no quedan mal. Las llevan sobretodo los chicos de color y las visten con calcetines. Mery se ha empeñado, yo la verdad, no me veo por Zaragoza con chanclas y calcetines blancos. Aunque, todo es ponerse¡¡

Volvemos al Motel tras una parada en un Whole Foods, donde nos hemos hecho con un par de enormes ensaladas para llevar. Cenamos mientras al otro lado de la ventana comienzan a sonar las sirenas de ambulancia y policía.
Comienzo a digerir todo lo que estamos viviendo. Si, casi dos semanas después empiezo a ser consciente de que este, quizá sea el mejor viaje que haga en mi vida, y está llegando a su fin. Antes de dormirme pienso en la Costa Este, en el Norte de USA, en Canadá, y en mil lugares más que estoy deseando visitar … y consigo que la nostalgia salga huyendo de mi almohada.

Aqui puedes ver el video del día:

 

 

Mil gracias por leernos y seguirnos en esta aventura!

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