El «Cozy Dog» tiene aspecto de garito de película, algo ya habitual en cada local al que entramos. Hay un numeroso grupo de estudiantes uniformados devorando la famosa salchicha. Pedimos, y aunque pueda parecer algo simple y sin misterio alguno, os puedo garantizar que la salchicha rebozada pinchada en un palo, es un auténtico manjar. Nos comemos un par cada uno y volvemos de nuevo a la carretera.
En Mt. Olive, paramos en otra mítica gasolinera a echar unas cuantas fotos y grabar un par de tomas. Hoy de nuevo el calor va a cebarse con fuerza. En la carretera los camiones vuelan, circulan a una velocidad muy superior a la que está estipulada en España. El Gps sigue empeñado en sacarnos por la carretera estatal y la aplicación del móvil sigue marcando el camino a seguir.
La vía de tren es un compañero de viaje más ya que la mayor parte del trayecto está trazada de forma paralela a la Ruta 66. El tren nos adelanta un par de veces transportando infinidad de vagones, tiene un aspecto vintage, podría ser el tren de una película cualquiera ambientada en los años veinte.
En Stauton llegamos al «Henry´s Rabbit Ranch», uno de los lugares más curiosos que he visitado nunca. Se trata de una especie de tienda de souvenirs muy bien decorada por fuera y totalmente caótica por dentro. El negocio lo regenta Rich Henry; un auténtico entusiasta de la Ruta de trato muy muy amable, que siempre está dispuesto a ofrecer una interesante conversación con alguna anécdota del famoso trayecto.
Lo más curioso del lugar está en sus compañeros de aventuras, ya que Rich comparte su tiempo con ocho enormes conejos distribuidos en diferentes jaulas a lo largo y ancho de la tienda. Sobre el mostrador descansa plácidamente «Gizzmo», un enorme conejo marrón clarito de casi ocho kilos de peso. El Inglés de Rich lo entendemos prácticamente al cien por cien y nos da pie a poder hablar un rato largo con él. Sin duda uno de los grandes tipos de la Ruta. Antes de salir nos invita a que veamos la parte de atrás de la tienda, donde damos con una especia de jardín en cuyo centro hay un enorme conejo al cual te puedes subir para echar una foto. Lo curioso realmente se encuentra justo al lado de la pared, donde podemos ver una docena de tumbas con sus correspondientes lápidas con el nombre de cada conejo que hay allí enterrado. Contamos casi medio centenar de conejos, Rich los entierra allí una vez mueren. Curioso personaje.
Justo enfrente, vemos una casita preciosa junto a una laguna. Una rana enorme huye de nuestras suelas tirándose de cabeza al agua. El sitio es realmente bonito y según indica el cartel, la laguna es propiedad del dueño de la casa. Al lado de la entrada no puede faltar la enorme camioneta y la bandera americana que apenas ondea debido al asfixiante calor.
Damos un par de rodeos hasta que al fin damos con el «Old Chain of Rocks Bridge»; un puente de casi dos kilómetros de longitud que separa los Estados de Illinois y Missouri. Estamos justo en la frontera entre los dos estados. Bajo nosotros fluye el Mississippi River. En nuestro lado del puente Missouri, al otro Illinois.
Un motero para justo a nuestro lado, lo saludamos y nos cuenta que para a quitarse el casco ya que al otro lado del puente, en Illinois, no es obligatorio circular con casco y el calor es sofocante. Se declara un gran fan de Rafa Nadal.
Damos un paseo por el puente. Por un momento decidimos cruzarlo entero pero son casi dos kilómetros de ida más la correspondiente vuelta y estamos a merced del sol sin una sombra en la que poder refugiarnos. Así que descartamos continuar avanzando y volvemos al coche.
Cuando estamos a punto de arrancar llega una furgoneta blanca de la que descienden una pareja y siete u ocho niños, todos ellos descalzos. Parecen sacados de otra época, de la novela de Tom Sawyer quizá, se trata de «Amish». El chofer se va en cuanto bajan del vehículo. Nos llama la atención su vestimenta, sus tirantes, su ausencia de zapatos, su larga barba, el atuendo de la mujer tan de otra época y la cara de asombro de los niños que no nos quitan ojo de encima. Saludo a uno de ellos con la mano y me devuelve el saludo con una sonrisa. También me llama la atención que desciendan de un vehículo y no de un carruaje, como suele ser habitual en los Amish. Admiro profundamente esa sencillez de vida, alejados de la sociedad de consumo actual y siendo fieles a sus tradiciones. Me encanta conocer y ver a gente diferente que se sale de los «estándares» habituales. Uno no ve a una familia de Amish todos los días. Me quedo inmóvil junto al coche viendo como se alejan mientras el sol me abrasa vivo. El termómetro del coche marca 95 grados.
Ya estamos en Missouri, concretamente en St. Louis; el segundo de los Ocho Estados por donde vamos a tener el gusto de pasar. Atrás queda ya el Illinois de Chicago, de las palomitas del Garrett y de Lincoln.
St. Louis es una ciudad grande. Los carriles de la autopista sustituyen al tranquilo trayecto que hemos tenido hasta ahora. Le decimos a «Antonio» que nos lleve directos al «Pappy´s», otro restaurante de nuestra ruta alternativa que también conocimos a través del programa «Cronicas carnívoras». Hoy es nuestro día de suerte y le vamos a meter al cuerpo una dosis extra de colesterol. En Pappy´s es famoso el sandwich de cerdo cocido. Nos sentamos en una mesa y pedimos. El local está lleno. De la pared emerge un enorme puerco con gafas de sol. Justo en la mesa de al lado, un tipo de unos doscientos kilos devora en dos bocados su sandwich. Dos camareras charlan tranquilamente ajenas al partido de beisbol que están dando en la tele.
Al fin llega nuestra comida, dos enormes sandwiches de cerdo asado acompañados de un delicioso puré y una mazorca bien tostada. El cerdo resulta algo seco, pero está exquisito. Yo en otra vida quiero ser presentador del «Crónicas carnívoras» y ganarme la vida probando comida como esta.
Antes de ir al Hotel, decidimos pasar por el único punto de interés que tenemos marcado en Sant Louis; el «Gateway Artch», el monumento más alto hecho por el hombre de los Estados Unidos de America. Un enorme arco de doscientos metros de altura, al que no nos podemos acercar porque están los aledaños en obras. Pensamos en dar un rodeo por las vallas y llegar bajo el arco, pero el sol no está para juegos y mis hombros empiezan a ser de un «rojo guiri» bastante curioso.
Decidimos ir al hotel. Reservamos en el «Motel 6 St Louis East-Caseyville«. Una vez allí y tras la correspondiente descarga de maletas optamos por poner la primera lavadora del viaje. Treinta minutos de lavadora, otra media hora de secadora y entre medias un orgásmico baño en la piscina del hotel. El cielo es precioso allí arriba, se viste de color rosa para recibir a la noche.
La ropa sale ardiendo de la secadora y totalmente seca. Ya en la habitación nos damos una ducha y cenamos algo de fruta que hay en nuestra súper nevera de corcho: un par de bandejas con pedazos de sandía, melón, mango… así mitigamos un poco las consecuencias de la dieta basura que estamos cumpliendo rajatabla.
En la mesilla no falla la Biblia, en cada Hotel al que vamos hay un par de ejemplares en cada habitación.
Vuelco los vídeos y las fotos en el ordenador y me peleo un rato con el Wifi del hotel. Mery se acurruca y pone su cara de «no me quiero dormir pero me quedan tres minutos despierta», y al rato cae rendida. Yo me asomo a la ventana del hotel antes de dormirme, nada interesante al otro lado: el parking oscuro, la luna, un puñado de mosquitos sobrevolando la piscina y un par de grillos jugando a ver quien «canta» más alto.