RUTA COSTA OESTE. DÍA 13. DE VUELTA A LOS ÁNGELES

A las 07:30 el despertador comienza a gritar. Debo cambiarme de una vez el insoportable sonido que trae de serie el móvil. Cosa que nunca termino haciendo porque si me pongo una canción termino odiando a muerte esa canción. Mi cuerpo está completamente pegado al colchón. Mis párpados también. Tras un esfuerzo titánico me despego de la cama. Hoy tenemos una jornada dura de carretera. La última.

Día 13 de la Ruta Oeste de EE.UU

Tras desayunar algo rápido en la misma habitación, decidimos bajar a darnos un último baño en la piscina. Nos metemos en el Jacuzzi aprovechando que está vacío. El sol todavía no aprieta con demasiada fuerza. No pretar con demasiada fuerza, quiere decir que son las 08:00 de la mañana y tenemos 30 grados (centígrados).
Tras mentalizarnos durante media hora sobre las tumbonas del caos que se nos viene encima, nos armamos de valor y subimos de nuevo a la habitación.
Recogemos las maletas. Recoger las maletas del hotel es siempre triste. Termina el viaje, tu estancia. Y los viajes, por regla general (al menos los nuestros) son divertidos a tope. Durante este viaje hemos recogido la maleta al menos cinco veces. Ya tenemos callo. Cargo nuestra fabulosa nevera de corcho de hielo, y nos aventuramos ascensor abajo rumbo a la recepción. El Hall del hotel es el caos más absoluto. Gente cargada de bolsas y maletas caminando hacia todas las direcciones. Es jueves. Se aproxima el fin de semana. Y las Vegas, durante el fin de semana es la locura mundial.

 

Tras hacer media hora de fila, conseguimos hacer el «Checkout», dejamos de ser clientes del Hotel. Me quedo en la recepción mientras Mery va a buscar el coche. Un par de limusinas aparcan justo en la puerta. Una de ellas es uno de esos enormes hammer. Se bajan una veintena de chicas dispuestas a darlo todo. En el Parking hay tres empleados que se dedican exclusivamente a dirigir el tráfico. Suena el pito de nuestro coche. Abro el maletero y cargo todo. Nos vamos. El enorme letrero del CIRCUS CIRCUS con el siniestro payaso dando la bienvenida a todo el mundo, se hace más y más pequeño en el retrovisor. Junto a él, van menguando los enormes edificios. El  «New york, New York», el «Caesar Palace», todo se hace pequeño hasta que finalmente desaparece. Nos encontramos de nuevo y como por arte de magia en medio del desierto. Dentro de 4 horas habremos llegado de nuevo a Los Ángeles.
Aprovecho para dar una cabezada. Al rato, el hambre se cuela en mis sueños. Aparece una sabrosa hamburguesa con alas merodeando alrededor de mi cabeza.
– Un Peggy Sue´s cariño¡¡¡

El grito de Mery hace cumplir mi sueño. Un auténtico Dinner de los años cincuenta aparece del asfalto para que nos demos un atracón. Paramos. La música de estos sitios es espectacular. Las camareras parece que han escapado de la película de «Grease», perfectamente conjuntadas. Dentro del Peggy Sue´s no existe el año 2012. Aquí dentro comemos en 1954. Como McFly en «Regreso al futuro». La hamburguesa exquisita. Nada que ver a la cadena de Peggy Sue´s que circulan por España.
Rumbo a la carretera. Me toca al volante. Mery saca sus tickets y su libreta y va anotando gastos aquí y allá. Es lo que tiene haberse casado con una contable. Tras casi cuatro horas de trayecto, la paz del desierto se convierte en tráfico denso. De nuevo el ramal de autopistas con dibujos imposibles de Los Ángeles.

 

Decidimos ir directos al mercado antes de pasar por el hotel, para comprar la cena. Metemos la dirección de uno de los «Whole Foods» que visitamos hace una semana cuando anduvimos por Santa Mónica.  El GPS juega con nosotros durante una hora y media, guiando nuestro precioso coche rojo de autopista en autopista. El Súper está lleno. Me encantan los Supermercados americanos. Todo tan ordenado, tan visualmente atractivo. Los dependientes son la amabilidad personificada. Nos hacemos con una ensalada y algo para desayunar mañana.
El sol ha caído ya en California. El tiempo refresca. Metemos la dirección del hotel de nuevo en el GPS, Cruzamos los dedos para que no nos diga que estamos a otra hora y media de poder descansar. Nueve minutos hasta el hotel¡¡¡ Nos ha salido la jugada redonda.

Volvemos a los Moteles. Aparcamos en el Parking interno, y subimos a nuestra habitación en la primera planta. Vuelve el olor a moqueta y tabaco. Tras una ducha, cenamos algo más callados de lo habitual. El viaje está llegando a su fin. Estados Unidos se acaba. Revisamos tirados en la cama algunos de los vídeos que he ido grabando desde que comenzó la aventura. La idea es montar un documental a la vuelta si hay material suficiente ( a día de hoy, con el viaje terminado hace unos meses, afirmo que si que hubo material de sobra, y que nos quedó espectacular¡¡¡).
Mañana el despertador volverá a gritar. Esta vez lo hará a las cuatro y media de la madrugada. Dentro de seis horas. Good Night Los Ángeles.

 


 

Mil gracias por leernos y seguirnos en esta aventura!

 

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