Abro los ojos con cuidado. Hay mucha luz en la habitación. Al otro lado de la ventana todos los pájaros del mundo hablan a la vez entre ellos. Me arrastro a la ducha. Son las 5:55 h. Nos vestimos y bajamos a desayunar. Un mostrador minúsculo ubicado junto a la recepción nos ofrece tostadas, zumo, café, mermeladas, queso de untar, huevos duros, bollería, cereales y algo de fruta (bananas y manzanas). Leche con cereales, zumo, tostada de huevo duro y philadelphia y una banana. Este va a ser mi desayuno mis tres próximos días. A los 3 minutos de entrar en la sala, la primera Miguelada del viaje (va a haber varias), se desparrama por el suelo enmoquetado en forma de leche y cereales. Me apresuro a limpiarlo entre las carcajadas del americano que tengo justo detrás.
Nuestro 2º día por la Ruta Oeste: San Francisco
– No problem.
-Ok. (responde mirando al suelo tratando de ocultar su risa americana).
La gente entra y sale de la salita del desayuno sin decir nada. Mis «Good mornings» se quedan solísimos, flotando en el aire.
Nos ponemos rumbo a la zona del Pier 39. Tenemos contratada una excursión a la antigua y mítica cárcel de Alcatraz. Aquí, aparcar gratis es misión imposible. Dejamos el coche en un Parking cercano. Llegamos demasiado temprano y decidimos dar una vuelta por la zona comercial. Están abriendo ahora mismo. Está vacío. Es un puerto con tiendas de souvenirs, dulces, y sobre todo comida para llevar. El olor a comida americana te persigue allí donde vayas. Hace frío. No de ir con gorro y bufanda, pero si con sudadera y chaqueta. Nos hacemos con una de esas tarjetas para llamar por teléfono y la cargamos con diez dolares. Mery consigue hablar con su familia. La tarjeta lleva impresa la foto de unos leones marinos. Corremos hacía la zona de embarque. Menos mal que hemos hecho las reservas desde España, muchos se quedan sin subir. No quedan pases. Mery me dice que ha perdido el ticket del Parking. Ayer nos sablan con el coche, hoy perdemos el ticket del Parking….San Francisco se ríe de nosotros.
Comenzamos la travesía. En poco más de quince minutos pisamos Alcatraz. Me resulta increíble estar aquí. El aspecto de la prisión es siniestro. Invadida por centenares de gaviotas que gritan surcando las nubes. Ahora mismo estamos en medio de una película. Las vistas de la Bahía desde aquí son espectaculares. Entramos. En el Tour va incluida una audio guia en español (latino), que recrea situaciones, sonidos y conversaciones de aquellos años, donde cumplían condena los presos más peligrosos de América. Para mi es un sueño estar aquí. Ya que soy un fanático de las Pelís y series de cárceles (La fuga de Alcatraz, Prison Break…).
Las celdas eran minúsculas, de un color verdoso. Algunas hasta se encuentran todavía con los adornos de la época. Nos enseñan la celda por la que supuestamente escaparon tres hombres que nunca volvieron a aparecer, y su magistral plan hacia la libertad. El comedor, las duchas…los atajos a otras galerías (con marcas de disparos en la pared y en el suelo). Caminamos boquiabiertos de lado a lado. Hacemos unas fotos en la galería que llamaban Broadway, todo preso que terminaba en Alcatraz, se bautizaba en la prisión caminando totalmente desnudo por donde ahora caminamos nosotros, entre los gritos de decenas de las personas más peligrosas del momento. Por donde tengo los pies ahora, pisó el mismísimo Al capone.
Tenía que ser muy duro permanecer aquí encerrado, en esta fría isla mirando desde el patio lo bonita que es San Francisco, a tan solo un par de millas. Acariciar con la mirada la libertad.
Regresamos de nuevo a la Bahía. Tratamos inútilmente de encontrar el ticket del Parking. Tenemos que pagar el equivalente a la cantidad que cuesta aparcar todo el día. Llevamos en California 1 día y medio y ya hemos pagado casi 300 dolares en percances. Magnífico.
De nuevo al volante rumbo al Golden Gate. Hasta ahora, y sin contar el aspecto totalmente americano del Motel, San Francisco en la zona anterior al Pier y bordeando la Bahía, tiene un aspecto muy europeo. Aire Europeo que se pierde cuando comienzo a ver la enorme silueta del Golden Gate. Precioso. Vamos a cruzarlo. No me lo creo. Estoy conduciendo por el puente rojo de «Padres forzosos», por uno de los símbolos de California, por el segundo día del viaje de mis sueños. «Graba esto cariño», «haz una foto allí», «ahora con el móvil».
Vamos a todas partes con la cámara de vídeo; la intención es editarlos todos a la vuelta y montar una especie de documental con todo el viaje en imágenes. Además llevamos la Nikon, el móvil y la cámara instagram para que nuestro familiares y amigos del Facebook sepan como van las cosas, y con mi inseparable libreta donde anoto todo lo que hoy podéis leer.
Al otro lado del Golden Gate, nos encontramos con Sausalito. Un precioso pueblo, que aguarda un gran secreto; se comenta que allí sirven una de las mejores hamburguesas de California. Vamos tras ella. Preciosas casas adornan uno y otro lado de las calles. Este sería un lugar perfecto para vivir. Aunque el eterno sol de Sausalito nos dé esquinazo. Todavía no hemos podido lucir camiseta de manga corta. Una larga fila de gente sale de un minúsculo establecimiento con un toldo verde. Aquí es. Una especie de escaparate muestra una enorme brasa que gira sobre si misma, mientras una decena de enormes hamburguesas consiguen con el mínimo esfuerzo sacar agua de nuestras bocas. Esto funciona así: primero haces cola para pedir, pides, y después hace fila para recoger pegado a la pared. 15 minutos después tenemos nuestra hamburguesa.
Decidimos comerla en un parque cercano. Los foros tenía razón, no sé si es la mejor hamburguesa de California, pero desde luego si que es la mejor que he comido nunca, desbancando del primer lugar de mi ranking a la mítica Hamburger del Cebrián, en la lejana Zaragoza.
Volvemos a cruzar el Golden Gate, esta vez dirección a San Francisco. Donde tenemos que pagar el único peaje con el que nos hemos cruzado en nuestra gran ruta americana (7 $). Ahora es Mery la que vuela al volante bajo el precioso puente rojo. Yo observo por la ventana, sin creerme todavía donde estoy. Me pasó exactamente igual cuando fuimos a Nueva York, no le das la importancia que tiene hasta que es un recuerdo y no una realidad. Exactamente igual que ahora ( Estas líneas las escribo desde el vuelo de vuelta, ayudado por mis fotos, vídeos y notas).
Simplemente con mirar la carretera, sientes que estás en EEUU. Todo tiene ambiente de película. Conductores con una mano al volante, y la otra agarrada a un enorme refresco o a algo de comer. Coches de marcas que se ven poco en España; muchos Hondas, Chervolets y Dodges (No he visto un solo Seat, o un solo Opel durante todo el viaje).
Nos hacemos con unos Souvenirs, y tratamos de dar con la mejor vista para la típica foto junto al mítico puente. Aparcamos (gratis), en una zona donde la gente acampa y hace picnik…ignorando por completo el fresco que hace y la brisa fría de la bahía. Nosotros que presumíamos de que visto el clima de Zaragoza, podíamos aguantar en cualquier lado, aquí estamos, bajo el sol de California, sin despegarnos de la sudadera ( se ven americanos en manga corta). Al fin llegamos, mientras trato de dar con el ángulo adecuado de la cámara sobre el trípode, un Señor me sermonea sobre lo duro que hay que trabajar para vivir o estar en California (no consigo entenderle bien), todo esto como si a mí me hubiese tocado el viaje en la bonoloto, o como si yo no hubiese tenido que ahorrar durante 3 años y trabajar duro, con la que está cayendo en España, para poder venir aquí. El hombre continua con su sonrisa orgullosa, mientras nuestra cámara escupe una foto detrás de otra.
Antonio nos guía hacia la calle Lombard. Famosa por sus cerradas curvas y su trayecto en zig zag. Mery se desliza por ella gritando como una loca por la ventanilla del coche sin despegar las manos del volante, yo me bajo para recoger con la cámara de vídeo el histórico momento y el histórico Show que está montando, ante la inevitable risa de los espectadores.
San Francisco es una ciudad de grandes y empinadísimas cuestas. Algunas de ellas de aspecto casi casi vertical. Conduces cuesta arriba sin saber muy bien que habrá tras el horizonte, y cuando llegas, en lugar de en un coche vas en un vagón, y lo que te espera es una bajada tipo montaña rusa. Aquí no existen las rotondas, y si vas a girar a la derecha no es necesario que pares (aunque esté el semáforo en rojo). La gente respeta los Stop por orden de llegada. Me imagino esta misma situación en España, y no termino de verlo. En Zaragoza al menos, nadie haría respetar el orden de llegada, y se montaría una bronca detrás de otra. Somos más de rotondas, pito fácil, y semáforos.
Otra ventaja de aquí son los Parkings, no me refiero al hecho de aparcar gratis, lucha que hemos dado por perdida aquí en San Francisco. Me refiero al método de cobro de los Parkings en las calles. En España usamos la zona amarilla, la azul…nos bajamos del coche, buscamos el parquímetro,nos escupen el ticket, volvemos a dejarlo visible junto al salpicadero y nos vamos. En EEUU es todo mucho más sencillo. Junto a cada plaza hay una especie de parquímetro pequeño, donde tu echas tus monedas de cuarto de dolar y automáticamente se inicia una cuenta atrás con el tiempo que hayas contratado. De esta forma ahorras tiempo, sabes cuando puede quedarse un hueco libre, y los señores que trabajan realizando el control, no tienen que ir con ese enorme aparato encima a todas horas.
Decimos ver el Chinatown. Tras haber visto el de Londres y el de New York no me espero gran cosa, ya que todos los barrios chinos parecen una calcamonía unos de otros. Pero el de San Francisco tiene un encanto especial. Es demasiado chino, incluso la entrada al barrio es una enorme puerta con dragones. Hay espectáculos por las calles y los souvenirs están a buen precio.
Volvemos a la zona del Pier 39 donde hemos estado por la mañana. Mery se ha hecho con una sudadera de San Francisco y yo con una gorra. Mi gorra va a ser clave en el viaje, en el momento en el que me hago con ella no soy consciente del achicharramiento cerebral al que eres sometido en mitad del desierto, Las Vegas o Los Ángeles…Pero esto vendrá más adelante.
Nos metemos en uno de los restaurantes y pedimos un par de Clam Chowders, un plato típico de aquí. Se trata de unos cuencos hechos de pan , con una rica sopa muy cremosa dentro. Sabe a marisco. Un manjar¡¡¡¡
Volvemos al Motel. Es ya de noche y el frío susurra cada vez más gélido. Habíamos leído que en San Francisco no hacía calor, pero imaginaba algo más de sol. El clima me tiene un poco quemado, la ciudad completamente enamorado. Mañana volveremos a abordarla de nuevo.
Mil gracias por leernos y seguirnos en esta aventura!
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