La alarma del móvil se cuela en la cama. Trato sin éxito de echarla a patadas. Son las 04:30 de la madrugada. Apenas he podido pegar pegar ojo. Mery tampoco. La ansiedad que te crea tener que levantarte a una hora tan temprana, y el follón de la habitación contigua han hecho que apenas podamos dormir.
Vuelta a casa de la Ruta 66
En mitad de la noche una pareja ha comenzado a discutir con fuerza al otro lado de la pared. Hemos escuchado cristales estrellarse contra el suelo, golpes y gritos, muchos gritos. La pared escupía: «Fuck», «Stupid» y muchos «never». Por un momento he pensado que se trataba de una broma, pero no. Al otro lado de la pared esta noche ha estallado la Tercera Guerra Mundial. Ha sido horrible. No he conseguido escuchar una voz masculina. Solo se oía la estridente voz de una mujer que entre sollozos arrasaba con todo lo que pillaba. Hubiese salido de la cama, hubiese tocado en su puerta…pero el no control del idioma en una situación así me ha hecho recular. El resultado: plantarle cara a un viaje de vuelta a casa de más de 14 horas, sin haber pegado ojo en toda la noche.
Comemos algo rápido y cerramos las maletas. La nevera no puede acompañarnos. Nuestra nevera de corcho con su playa dibujada en un lateral. El producto que nos ha salvado la vida. Ni la nevera de mi casa aguanta tan bien el hielo como ella. Por un momento valoramos la idea de facturarla y llevárnosla a España. «Cariño, no podemos facturar algo que nos ha costado 11 dólares, y que posiblemente llegue echa añicos. Es de corcho». El sentido común nos hace dejarla ahí, sobre la mesita.
Fuera hace un frío que pela. Realizamos el último trayecto a bordo del precioso «Ford Space» rojo. Lo llevaremos al Parking, y una vez allí un autobús nos llevará hasta el aeropuerto de Los Ángeles. Allí un avión con transbordo en Charlotte nos llevará hasta Madrid, y en Madrid embarcaremos en un AVE con rumbo a Zaragoza.
Dejar el coche en el depósito nos resulta duro. En medio de la madrugada, dejamos nuestro fiel «caballo». Un caballo rojo con el que hemos recorrido más de 4000 kilómetros atravesando California de Norte a Sur, y gran parte del Oeste de Estados Unidos. Una lágrima se me escapa mejilla abajo. Le he cogido cariño a ese coche. Tan grande (yo que odiaba los coches grandes con todas mis fuerzas), tan cómodo, con sus bandejitas donde reposar tus enormes refrescos. Su matrícula californiana. Su divertido «Pip- pip». Echaré mucho de menos el cambio automático y el cargar de todo en el coche sin mirar el tamaño y sin preocuparme de si caben o no las cosas. Dejamos en la oscuridad, parte del alma de este viaje. Ha sido un honor cabalgar contigo amigo. Buen viaje.
El operario revisa el coche y nos da el Ok. Está todo en orden. Subimos al autobús que en media hora escasa nos deja en el aeropuerto. Falta una hora para que nuestro vuelo despegue. El tiempo justo para un último STARBUCKS.
Con nuestro café en la mano, hacemos tiempo sobre los bancos. Una familia vuelve a casa después de pasar unos días en casa de los tíos. Los Tíos de Los Ángeles que invitan a los sobrinos de Charlotte para que pasen con ellos un par de días. La situación similar en España sería la de los tíos de Barcelona que invitan a los sobrinos de Zaragoza a pasar unos días con ellos. Me quedo con Los Ángeles. Me quedo con EEUU. No quiero regresar a España. Esta es mi casa, desde pequeño he querido ser americano. No dejo de pensar en mi todoterreno rojo, en mi nevera de corcho….en esas cosas que han sido nuestras aquí, y que ya no lo son.
Nos avisan para embarcar. Subimos al avión. Mery en la ventana, yo junto a ella y a mi izquierda una abuela muy menuda que se va a tener que levantar cada vez que quiera ir al lavabo.
Pierdo la noción del tiempo con la mirada perdida al otro lado de la ventanilla. Recorro lo vivido durante estos casi catorce intensos días, y no puedo evitar sentir una cierta nostalgia y tristeza porque esto llegue a su fin. He llegado a sentirme americano. Nos hemos sentido en casa. El hecho de conducir, de comprar en el súper, de realizar algo tan rutinario como echar gasolina, te dan la sensación de estar recorriendo tu propia ciudad. Recomiendo encarecidamente que si algún día alguno de vosotros tiene la suerte de hacer este viaje, lo haga alquilando un coche. Sin guías. Sin condicionar los días a visitas guiadas. Si podéis, hacerme caso y vivirlo a vuestro aire, con vuestro coche y con vuestro propio itinerario. Esto para mí ha sido un factor clave. Estados Unidos es un País para verlo libre.
He venido enamorado de USA y me vuelvo a casa con una obsesión importante. Me he encoñado todavía más de mi musa. América.
Me llevo: La experiencia. Un sueño cumplido. Más de 6 horas de video grabadas. Casi dos mil fotos. La certeza de que mi mujer es la compañera perfecta de viaje. Otra certeza más, mi inglés necesita mejorar con urgencia. Los americanos no comen tan mal como creemos. Son mucho más cívicos que los españoles, aunque algunos se esfuercen en opinar lo contrario. Las mejores hamburguesas que he comido en mi vida, me las ha servido Estados Unidos, concretamente San Francisco y Las Vegas. El mejor perrito del mundo los sirven en PINKS, Los Ángeles. Un kilo y medio de más (solo¡¡¡). Cuando cambie de coche sé perfectamente lo que quiero. Necesito volver. Que a la playa de Santa Mónica también entran personas como tú y como yo, con nuestros defectos. Que el tipo que vigila la playa también es como tú y como yo. Que Santa Mónica tiene el atardecer más bonito que he visto jamás. Que los leones marinos huelen que apestan, pero son adorables. Que en San Francisco hace mucho frío. Que Alcatraz es preciosa. Que las gaviotas ganan enteros para convertirse en mi animal favorito. Que cuanto más salgo, menos gusta España. Recupero la gorra como complemento ideal. También recupero las Vans. El Oeste es grandioso. Clint Eastwood es mi actor favorito. El Paseo de la fama es feo, sin glamour. Los Ángeles crea adicción. La odias a primera vista, pero te seduce poco a poco….y me llevo sobre todo el haber acariciado uno de mis sueños, y haberlo tenido sobre las manos durante estas dos semanas. Volveré pronto.
Mil gracias por leernos y seguirnos en esta aventura!